<!--:es-->LA VIDA ES BELLA<!--:-->

LA VIDA ES BELLA

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

Mientras escribo esta columna, estoy rezando, reflexionando y preparándome para celebrar la Misa anual de Réquiem por los no nacidos.

Todos los años, cerca del aniversario de la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos al caso de Roe vs. Wade que legalizó el aborto en 1973, nos reunimos para recordar a las víctimas del aborto. Este año, el Réquiem se llevará a cabo a las 6 de la tarde del sábado, 19 de enero, en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. También podrán acompañar la Misa que será transmitida en vivo a través de mi página de Facebook.

Espero que puedan unirse a nosotros para orar por todos los pequeños que perdieron sus vidas y para pedir a Dios que nos de la gracia necesaria para seguir proclamando el Evangelio de la Vida.

La promoción de una cultura de vida es una de las cinco prioridades para la Arquidiócesis, que expuse en mi carta pastoral “Testigos para el Nuevo Mundo de la Fe”.

Como católicos, se nos ha confiado la buena nueva de Jesucristo, de que la persona humana es sagrada y ha sido creada a imagen de Dios.

Pero vivimos en una sociedad que por 40 años ha aceptado el aborto legal, y que cada vez más se dirige hacia la aceptación de la eutanasia. Este es el desafío que enfrentamos, como Iglesia y como individuos.

¡La vida es hermosa y viene de Dios! Este es el mensaje fundamental que proclamamos.

Acabamos de terminar el tiempo de Navidad. En Navidad vemos ese Evangelio de la vida manifestado de manera muy clara y muy bella. Vemos que Dios nos amó tanto que se convirtió en un niño pequeño por nosotros – para que nos fuera más fácil amarlo.

Vemos que Dios quiere compartir y santificar nuestras vidas. Tanto que viene al mundo como nosotros: como un niño, con una madre y un padre. De esa manera, Él crece en una familia humana y aprende a conocer la amistad, el amor, la alegría, la tristeza y el sufrimiento.

Él hace todo esto para mostrarnos que a sus ojos, toda vida humana es preciosa y tiene una razón de ser. Dios llama a cada uno de nosotros por nombre, como un Padre llama a sus hijos amados. Todos los niños que mueren por el aborto tienen un nombre que solo nuestro Padre conoce. Ellos son preciosos a sus ojos.

Por mucho tiempo hemos estado en esta lucha por la vida en nuestra sociedad. Y necesitamos seguir en ella. Tenemos que incrementar nuestros esfuerzos a todo nivel, pero comenzando por nuestro compromiso personal con la enseñanza de la Iglesia sobre la vida.

En todo lo que hacemos, tenemos que proclamar que la vida es bella, que los niños son un regalo de Dios. Tenemos que celebrar el matrimonio y la familia como cunas de la vida y escuelas de amor y esperanza. Debemos continuar con nuestros esfuerzos por llegar a las mujeres en situaciones de necesidad.

Al mismo tiempo, tenemos que seguir resistiendo los movimientos y tendencias “anti-vida” y “anti-familia” en nuestra sociedad. Tenemos que recordar a todos los que nos rodean que el derecho a la vida es la base de todos los demás derechos y libertades en nuestra sociedad – y el único fundamento para la justicia y paz verdaderas.

Si el niño en el vientre no tiene el derecho de vivir, entonces nadie lo tiene. Si el niño en el vientre no tiene dignidad humana, entonces nadie tiene.

Imagínense como sería el testimonio que nuestra Iglesia Católica podría dar si cada uno de nosotros viviera verdaderamente las enseñanzas de la Iglesia en su plenitud. Imagínense como sería si cada uno de nosotros estuviera involucrado en la lucha para proclamar la santidad de la vida y la dignidad de cada ser humano – desde el niño en el vientre materno hasta el inmigrante y el prisionero, pasando por el hambriento, el desamparado, el enfermo y el desahuciado.

Esto es lo que significa amar como Jesús amó. Y ése fue el nuevo mandamiento que Él nos dio.

En Jesucristo, el amor al prójimo y el amor a Dios se convierten en uno. Esta es la base de las enseñanzas de la Iglesia sobre la vida.

El Jesús que viene a nosotros en la Eucaristía es el mismo Cristo que viene a nosotros bajo la apariencia más inquietante: en los pobres y extranjeros, en los inmigrantes, prisioneros, enfermos terminales y en los no nacidos. El que dice, “Este es mi Cuerpo” también nos dice, “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.

Así es como demostramos nuestro amor a Dios: por el amor que tenemos a aquellos que Dios ha creado y puesto en nuestras vidas – especialmente los que son más difíciles de amar.

Sigamos orando los unos por los otros en esta semana. Y pidamos a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a amar como su Hijo amó y a proclamar el Evangelio de la Vida con nuestras vidas.

Si desea seguir al Arzobispo Gomez en su sitio de la red social de Facebook, conéctese a: www.facebook.com/ArchbishopGomez

Share