LA MISIÓN DE LA MISERICORDIA

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

17 de abril de 2015.- En este tiempo en que celebramos la Resurrección, el Papa Francisco nos ha dado un gran regalo.

Él ha anunciado un Año Santo, un Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Se iniciará durante el Adviento, el 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, y continuará hasta la Solemnidad de Cristo Rey, en noviembre de 2016.

Este Jubileo de la Misericordia es un bello gesto de nuestro Santo Padre – y uno que está cerca de mi corazón.

Cuando recién fui nombrado obispo, se me pidió, como a todos los nuevos obispos, seleccionar un “lema episcopal” que expresara la visión que tenía para mi ministerio pastoral.

Elegí un pasaje de la Carta a los Hebreos: “Acerquémonos confiadamente al trono de gracia.”

Elegí esas palabras porque el trono de Dios es el trono de la misericordia y como dice este pasaje, nos acercamos al trono de Dios para recibir su misericordia y encontrar su gracia en nuestro tiempo de necesidad.

Más tarde, escribí una carta pastoral sobre “la misericordiosa ternura de nuestro Dios.”

Para mí, la misericordia es la misión de todo cristiano y la misión de la Iglesia.

La Iglesia existe para evangelizar – y la misericordia de Dios es siempre el “contenido” de la evangelización. La misericordia es la revelación de Dios para nosotros, es la buena nueva que la Iglesia proclama.

Esa ha sido mi visión para la familia de Dios aquí en la Arquidiócesis de Los Angeles estos últimos cuatro años.

Quiero que seamos una Iglesia que evangeliza, una Iglesia que da testimonio de la misericordia de Dios en todo lo que hacemos. Una Iglesia que comparte el amor de Dios y lo hace real para cada persona en nuestra sociedad.

Cada una de mis cinco prioridades pastorales son diferentes aspectos de esta misión de misericordia: la educación en la fe, la promoción de las vocaciones, el servicio a las familias, fortalecer la identidad de la familia de Dios, defender la santidad de la vida y la dignidad de la persona humana.

Todas estas prioridades nos ayudan a ser un pueblo de misericordia y una Iglesia de la misericordia.

La misericordia es el núcleo del Evangelio y deberíamos hacer que también sea el centro de nuestra identidad como cristianos.

De esto se trata la Pascua. Por de su muerte y resurrección, Jesús nos muestra el rostro de Dios, y su rostro es el rostro de la misericordia, del perdón y del amor.

Y en este tiempo Pascual, Jesús una vez más nos llama a todos a renacer a una nueva vida, una vida que da testimonio de su resurrección. Una vida que da testimonio de la misericordia viva de Dios y que actúa en nuestras vidas.

Así como Dios ha sido misericordioso con nosotros, Él nos invita a ser misericordiosos con los demás.

Jesús prometió que los misericordiosos serían bendecidos con la misericordia. Por lo tanto, la misericordia es la bendición que deberíamos tratar de compartir en nuestra vida cotidiana, en nuestras actitudes, en nuestras acciones.

Todos sabemos que la misericordia es más que un sentimiento. Misericordia significa acción. Misericordia significa dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar abrigo al que no tiene casa, visitar a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos.

Las obras de misericordia son obras de la paz y de la justicia – para los pobres, los enfermos, los que sufren y los vulnerables, y para todos aquellos relegados a los márgenes de la sociedad.

En nuestras relaciones personales, la misericordia significa tener más paciencia y ternura con los que están cerca de nosotros. Misericordia significa dar a la gente el beneficio de la duda, dándoles una segunda oportunidad.

Misericordia significa perdonar a los demás como hemos sido perdonados.

El Papa Francisco lo dice muy bien: “¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices”.

Por lo tanto, sigamos rezando unos por otros esta semana, a medida que seguimos avanzando en este gozoso tiempo Pascual.

Oremos para que todos seamos renovados por la misericordia de Dios, y que la misericordia sea para todos nosotros un estilo de vida, la obra de nuestras vidas.

Tenemos que proclamar la hermosa realidad de la compasión y la ternura de Dios. Estamos llamados a ser misioneros del amor y la misericordia de Dios. Es una hermosa aventura de ir a llevar la belleza de la misericordia de Dios a nuestros hermanos y hermanas.

Entonces, pidamos a la Santísima Virgen María, la Madre de Misericordia, que nos ayude a salir con alegría Pascual para proclamar la entrañable misericordia de Dios y guiar a otros al trono de gracia.VN

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