“EL OBISPO DENTRO DE LA COMUNIÓN DE FE, ESPERANZA Y AMOR”

Por los miembros de la Comisión Teológica Arquidiocesana

SEGUNDO DE UNA SERIE DE ARTÍCULOS SOBRE EL CARGO DE OBISPO

En este ensayo realiza tres puntos. Esto demuestra, en primer lugar, que la vida de la Iglesia es una comunión o comunión enraizada en la vida de Dios. En segundo lugar, todos en la Iglesia comparten en la vida de comunión por su bautismo. En tercer lugar, se ve al obispo como a un hijo y miembro de la Iglesia que participa de la dignidad de los hijos de Dios y es ante ellos y para ellos y con ellos en su ministerio de enseñar, santificar y gobernar.

Los obispos reunidos en el Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) enfatizaron que la Iglesia es una comunión, una communio, una unión de personas únicas y diversas viviendo en y a través del Espíritu de Cristo. El Espíritu que vive en todos los miembros por muchos que sean, y los mantiene unidos en el lazo de fe, esperanza y amor.

En el corazón de la fe católica está la profesión de la creencia en Un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por fe nosotros sabemos que en la vida de Dios hay una diversidad en unidad (los tres son Dios) y una unidad en diversidad (un Dios que es revelado como Padre, Hijo y Espíritu). Misteriosa como la vida de Dios puede ser, nos da una idea sobre lo que es la vida de la Iglesia: una communio de diversidad en unidad (muchas Iglesias locales o diócesis en un Iglesia universal) y unidad en diversidad (una Iglesia católica universal en muchas Iglesias locales y diócesis). La Iglesia vive por el don del Espíritu por el cual nosotros compartimos en la comunión de la vida de Un Solo Dios – Padre, Hijo y Espíritu.

La Iglesia es una communio de todos los bautizados. La Iglesia no es principalmente una estructura de jerarquía y laicos, no es lo que la “Iglesia enseña” y lo “enseñado por la Iglesia,” sino más bien es una comunión orgánica de los bautizados, viviendo en el Espíritu, enriquecidos por diferentes dones y ministerios. La Iglesia no puede ser identificada solamente con el Papa, o los obispos, o los sacerdotes, o aquéllos quienes públicamente profesan votos religiosos. Hay diversas expresiones de communio: Hay communio entre los ordenados, communio entre los obispos y los sacerdotes, communio entre los obispos a través del mundo, y communio entre el Papa y todos los demás obispos. Sin embargo, todo esto está enraizado en una communio universal más fundamental de creyentes bautizados en la Iglesia, una communio que es un compartir en la vida de Un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu. Dentro de ésta, la más basica communio, las otras expresiones de communio sirven para ordenar o estructurar la vida de la Iglesia para que así se manifieste más claramente la communio del Padre, Hijo y Espíritu.

El papel del obispo, o arzobispo, es mejor comprendido a la luz de esta communio. Como parte de la communio el obispo también sirve como su líder y unificador visible. Su ministerio como pastor principal en la diócesis, simbolizado en el báculo de pastor, es esencial a la vida de la communio. Sin el obispo la comunidad de fe no es una Iglesia sino solamente una reunión de creyentes. Este entendimiento del obispo como un miembro de la communio y como su líder, fue expresado claramente en las palabras de San Agustín, también obispo: “Por ustedes soy un obispo, con ustedes soy un cristiano.” En su Exhortación Apostólica sobre la vida y ministerio de los obispos, Pastores Gregis, el Papa Juan Pablo II escribió: “Como regalo del Espíritu Santo a la Iglesia, el obispo es por encima de todo, como cualquier otro cristiano, un hijo y miembro de la Iglesia. De su santa madre él ha recibido el don de la vida divina en el sacramento del bautismo. Junto con todos los fieles él comparte la incomparable dignidad de los hijos de Dios, una dignidad para ser vivida en comunión. Por otra parte, por virtud de la plenitud del sacramento de Órdenes Sagradas, el obispo también es quien, ante los fieles, es maestro, santificador y pastor, encargado de actuar en el nombre y en la persona de Cristo” (PG 10). A través de su ordenación, el obispo está realmente “antes que” los demás fieles. Pero esto encuentra expresión en su “ser para” los otros miembros de fieles mientras que no disminuye de su “estar con” ellos (PG 10).VN

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