CON LA MIRADA FIJA EN EL PREMIO

CON LA MIRADA FIJA EN EL PREMIO

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles

13 de enero, 2017

Empezamos este Año Nuevo como lo hacemos todos los años, con la esperanza de un mañana más alentador.

Y como los católicos de Estados Unidos solemos hacerlo, comenzamos este 2017 con el reconocimiento de la Semana Nacional de la Migración.

Durante la mayor parte de los últimos 20 años, hemos celebrado esta semana con la esperanza de que este año, haya finalmente una reforma de nuestro sistema de inmigración y una solución compasiva para los que son indocumentados y se ven obligados a vivir en las sombras de nuestra sociedad.

Desgraciadamente, año tras año, nuestro sueño de reforma migratoria se ha visto aplazado.

Por supuesto, este año, nuestra frustración se encuentra mezclada con un gran temor, incertidumbre y enojo porque elegimos a un presidente que basó su campaña en una dura retórica acerca de los extranjeros y que prometió deportar a millones de inmigrantes indocumentados.

Encuentro aliento en la lectura de la historia de César Chávez, del movimiento de los trabajadores agrícolas y en la historia del movimiento a favor de los derechos civiles de los negros, liderado por el Reverendo Martin Luther King Jr., cuya fiesta nacional celebraremos la semana próxima.

El corazón espiritual del movimiento a favor de los derechos civiles, como bien sabemos, tuvo sus raíces en el testimonio de Jesús y en sus enseñanzas de amor, especialmente de amor a nuestros enemigos.

Y he estado pensando en un versículo del Nuevo Testamento que se convirtió en una especie de inspiración para el movimiento: “Mantengan la mirada fija en el premio”.

Creo que esto es algo muy sabio en estos momentos en los que estamos viviendo nuestra propia lucha por los derechos y la dignidad de nuestros hermanos y hermanas que son indocumentados.

Necesitamos mantener nuestra mirada fija en el premio.

No podemos permitir que nuestros juicios se vean empañados por nuestras frustraciones y nuestros temores. No podemos permitir que nuestros compromisos se vean adulterados por nuestra ira. No podemos permitir que la Iglesia o nuestro testimonio cristiano se reduzcan tan solo a una voz más que tome partido sobre este tema.

Es triste decirlo, pero debemos estar recordando que nuestros dos partidos políticos están explotando el asunto de la inmigración para sus propios fines. Lo vimos en las elecciones y hemos visto que este patrón de conducta ha continuado desde entonces.

Como cristianos, como Iglesia, no podemos dejarnos atrapar por esto, no podemos tomar partido, comprometiendo la claridad de nuestro testimonio. Nuestra lucha va más allá de las ambiciones de políticos individuales o de un partido político u otro.

Nuestra causa es la noble causa de la dignidad humana. Estamos luchando por un objetivo que va más allá de la política: por la concientización de que todos los hombres y mujeres son hijos de Dios, de que sus vidas son sagradas, sin importar el color de su piel o su país de origen o cómo llegaron a este país. Una persona sigue siendo una persona aunque “carezca de papeles”.

Y el premio es la dignidad, la justicia y la integración de aquellos que han venido a este país para compartir sus dones, para darle una nueva vida a sus familias, y para contribuir a la construcción de este país.

Ya anteriormente hemos pasado por períodos como éste en la historia de Estados Unidos.

Somos una nación de inmigrantes, es cierto. Pero la inmigración a este país nunca ha sido fácil, y las nuevas nacionalidades y grupos étnicos rara vez han sido acogidos con los brazos abiertos.

La verdad es que con cada nueva ola de inmigrantes han llegado las sospechas, el resentimiento y las reacciones negativas. Acuérdense de los irlandeses, italianos, japoneses. No es diferente lo que sucede con los inmigrantes de hoy.

Ahora es el tiempo de que la Iglesia vaya a la cabeza. Nuestro Señor nos llama a ser pacificadores. Deberíamos tomar en serio esa tarea. Como cristianos tenemos que ser constructores de puentes, “gente que fomente la unión”, y no “gente que siembre la división”.

Nuestra política actual parece reflejar el hecho de que estamos viviendo dentro de nuestros propios mundos separados, de que somos incapaces de relacionarnos con aquellos que no son como nosotros, de que somos incapaces de hablar con aquellos que ven el mundo de una manera diferente a la nuestra. En nuestro discurso público, parece que estamos hablando “cada loco con su tema”, sin respetarnos unos a otros lo suficiente como para escuchar lo que el “otro bando” tiene que decir.

Todo esto tiene que llegar a su fin. Estamos desgarrando a este gran país por el orgullo y el partidismo, y por nuestra incapacidad de ver más allá de nuestros propios intereses. Necesitamos extender la buena voluntad incluso a aquellos que no están de acuerdo con nosotros. Todos necesitamos hablar menos y escuchar más.

Comparto las profundas preocupaciones que hay sobre la Administración y el Congreso que están por llegar. Pero tenemos que encontrar una manera de iniciar un diálogo. Tenemos que mantener nuestra mirada fija en el premio.

El Reverendo King nos recuerda que Jesús nos llama a amar a nuestros enemigos. Y añade: “Y me alegro de que no haya dicho: ‘Que te gusten tus enemigos’, porque hay gente que encuentro difícil que me guste”.

El punto que destaca es que es difícil que nos guste la gente que nos insulta y que nos amenaza con injusticias. Pero Jesús nos llama a amarlos de todos modos, y a encontrar maneras creativas de superar sus prejuicios y temores.

Así que, ahora que oramos nuevamente al principio de este Año Nuevo, pidamos nuevamente para que este año, la reforma migratoria no sea ya un sueño postergado.

Oren por favor por mí, y sepan que estoy orando por ustedes. Y que Nuestra Madre Santísima vele por nuestro país y nos ayude a llegar a ser una nación bajo Dios. VN

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El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, ‘Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América’, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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