BENDICIONES DETRÁS DE UNA ENFERMEDAD

Una embolia cerebral conduce a ‘Don Michael’ a cambiar la vida de pacientes y trabajadores del Centro de Convalecencia San Gabriel de Rosemead

En situaciones extrañas algunos se preguntan: ¿Por qué me sucede esto?, ¿qué hice yo para merecerlo? Estas preguntas se las hizo Michael Ramos, a quien una embolia cerebral lo dejó en silla de ruedas a los 67 años de edad. Vivió nueve meses en el Centro de Convalecencia San Gabriel de Rosemead, California, y a su llegada no cesó de hacerse esas preguntas.

“Yo vengo de una familia de un total de 300 miembros entre sobrinos, primos y nietos; nos reunimos semanalmente desde hace 27 años para rezar el Rosario. Somos una familia de convicciones, no de opiniones”, explicó, mientras sujetaba la medalla de San Miguel que cuelga en su pecho. Sin embargo, a pesar de su inmensa fe católica, cuando sucedió lo de la embolia, no pudo evitar interrogar a Dios: “¿Por qué yo?”.

En medio de una larga y ardua recuperación, entre terapia física, lectura de la Biblia y conversaciones con Dios, una madrugada comprendió las bendiciones que estaban detrás de una enfermedad que le paralizó un brazo y una pierna, pero le activó una parte muy importante de su corazón. “¿Qué quieres de mí Señor?.. Y un día, al despertar, lo tuve muy claro; era como si Dios me hubiera dicho: “Te tengo aquí porque te necesito aquí!”, comentó.

“Cuando Don Michael llegó al Centro de Convalecencia les cambió a muchos la vida”, aseguró Lupe Ramírez, coordinadora de actividades de San Gabriel Convalescent Center. “Algo extraño sucedió con su presencia. Este hombre fue un imán para todos los pacientes y trabajadores del centro. Don Michael tenía algo especial que hacía que muchos nos acercáramos a hablar de Dios y a preguntar por las enseñanzas de Jesús. A mí personalmente me acercó más a la Iglesia y me hizo recordar cosas que se me habían olvidado”.

ENTRE BUDISTAS Y CATÓLICOS

De los 150 pacientes del Centro, 12 se declaran católicos y el resto budistas. Anteriormente Don Michael nunca se relacionó con asiáticos, o como cariñosamente él los llama: “los chinitos”.

“A pesar de haber nacido en El Monte, California, ellos no me interesaban; pensé que no teníamos nada en común. Pero cuando me trajeron aquí y me vi rodeado de tantos, me di cuenta que yo estaba acá para aprender a querer a esos chinitos. Y a pesar del lenguaje, entre juegos de lotería, bingo, artes manuales y películas nos hicimos amigos”, comentó Don Michael. “En medio de las actividades la gente se me acercaba a hacerme preguntas sobre Nuestro Señor Jesús. De pronto, me di cuenta que estaba Evangelizando sin saberlo”.

“Dios es mi mejor amigo”, afirmó Don Michael, y agregó que hay personas que no conocen a su Dios y no comprenden la función de la Iglesia. “¡La Iglesia existe para cuidarnos!”.

“Un día, a las cinco de la mañana entendí por qué me pasaba todo esto; también sentí que mi misión era traer a un Obispo al Centro de Convalecencia. No podía ser un sacerdote; tenía que ser un Obispo. No sabía cómo lo iba a lograr y pedí ayuda. Mi hija Carmen Grey es amiga de la hermana Gail Young, que trabaja en la Arquidiócesis de los Ángeles, entonces le comunicó mi petición”, recordó el entrevistado.

SUEÑO HECHO REALIDAD

Tres meses de espera y llegó el gran día. El miércoles 13 de abril, con ayuda de budistas y cristianos, el salón del comedor que es a la vez sitio de actividades del Centro de Convalecencia San Gabriel de Rosemead, se convirtió en una hermosa capilla. Acomodaron asientos en dirección a una mesa que sirvió de altar dispuesto con una vela blanca y una cruz de madera. Las paredes del lugar, decoradas con cuadros de caligrafía china y figuras de conejos de Pascua, dieron un toque especial. “Este es un acontecimiento que pasa una vez en la vida”, expresa Lupe, mientras termina de colgar las cortinas azules y blancas en la parte posterior del altar.

El reloj marcaba la 1:45 de la tarde. Don Michael esperaba silencioso junto con otras 50 personas y varias imágenes de la Virgen de Guadalupe que se encuentran en la capilla. De pronto ingresó el Obispo Zavala con la hermana Gail Young de la oficina de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Los Ángeles. Los ojos de todos se iluminaron de alegría. Don Michael y el Obispo se miraron, sonrieron y se saludaron amistosamente. “Usted es el hombre que estaba esperando”, le dijo Don Michael.

En la homilía, el Obispo Zavala explicó que “cuando nos pasa algo que no esperábamos, decimos: ¿Por qué a mí? Sin embargo, después nos damos cuenta de las vías que utiliza Dios para hacernos reflexionar, para darnos la oportunidad de hacer una pausa en nuestro camino. Así que en vez de decir ‘¿por qué a mí?’, es mejor que miremos bien lo que está sucediendo y aprovechemos ese momento para preguntarnos: ‘¿Dónde están las bendiciones que Dios me está entregando con todo esto?”’.
Recordando el Evangelio de San Lucas, el Obispo explicó: “Jesús nos alivia tal vez en las formas que no esperamos”.

Una vez terminada la misa, Don Michael agradeció la visita del Obispo y el cariño de todos en su recuperación, y en hacer posible que este gran evento se llevara a cabo. A los dos días Don Michael fue dado de alta, dejó mucha alegría en el Centro y un mensaje claro de cariño hacia la Iglesia Católica y amor al prójimo sin importar raza ni religión. VN

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